Seguro que temes pronunciar alguna de estas frases: .
Puede sorprendernos como niños que en edades tempranas se muestren maduros y responsables, pero al alcanzar una determinada edad se convierten en "mr Hide".
Nuestros pequeños al adentrarse en la adolescencia pierden interés por los estudios, se dejan llevar por amigo/as y acaban teniendo problemas de conducta, en situaciones conflictivas, etc.
Nuestra experiencia nos ha llevado a identificar que en la mayoría de los casos, estos comportamientos tienen origen en una inadecuada educación emocional en la infancia.
Trabajar la autoestima, proporciona a ese niño/a las herramientas adecuadas para tomar decisiones de forma autónoma.
Con nuestra metodología te acompañaremos en el desarrollo de la inteligencia emocional de ese niño/a, no está lo suficientemente desarrollada, por lo que le resultará muy difícil afrontar los retos que la vida le va lanzando.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Hasta hace muy poco, nuestro sistema educativo equiparaba el éxito escolar con obtener buenas notas y aprender a comportarse dentro de unas normas establecidas. Que crea seres capaces de memorizar información y datos. Este sistema crea personas faltos de las herramientas sociales para relacionarse adecuadamente, para ser autónomo, interiorizar sus éxitos y superando los fracasos
Daniel Goleman, psicólogo, periodista estadounidense, y creador del libro: Emotional Intelligence (Inteligencia Emocional) introduce el concepto de Inteligencia emocional.
Y lo define como la ”capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos”. Una evolución o aplicación extensiva de la empatía.
Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades:
Ese cambio, es el que postulaba Daniel Goleman. Este cambio ya se había propuesto con anterioridad Adele Faber y Elaine Mazlish, siendo la base del método Cómo hablar a tus hijos
Desarrollar la fluidez de la comunicación en nuestras relaciones con los más pequeños, la gestión de las expectativas y las decepciones. El establecimiento de límites relacionales y comunicativos…
Faber y Mazlish también nos hablaban de cómo obtener cooperación…
Cómo fomentar la autonomía…
Cómo permitir que cometan errores…
Y cómo enseñarles a gestionar sus fracasos…
Ellas ya hablaban de las consecuencias de la dependencia de niños/as que carecen competencias emocionales.
Y son ellas las que recalcaban que, “cuando la gente se encuentra en una posición de dependencia, junto con una pequeña dosis de gratitud, por lo común, también experimenta sentimientos de impotencia, de falta de mérito, de resentimiento, de frustración y de cólera”.
Posiblemente, las emociones básicas que llevaron al hijo de Mar a adoptar el comportamiento que tanto sorprendía y entristecía a su madre.
Y, por eso, aunque el concepto de Inteligencia Emocional suele acreditarse a Daniel Goleman, a mí me gusta recordar la importante labor de estas dos autoras norteamericanas.
La educación emocional que ellas proponen sienta la base para que padres y docentes ayudemos a los niño/as en nuestras vidas a escuchar…
A manifestar y gestionar emociones propias y ajenas…
A tomar decisiones acertadas…
A ser empáticos…
Asertivos…
Autosuficientes…
A saber relacionarse…
Y a tener éxito en la vida, tanto en su vida profesional, como en su vida personal y social.
¿Cómo trabajar la inteligencia emocional en los niños?
Haciendo, precisamente, lo que sugería Mar, al principio de este artículo.
Trabajar junto/as.
Trabajar de manera trasversal.
En la escuela y en casa.
Para el/la profesor/a, incorporando aspectos emocionales en cualquier materia mientras está explicando otros conceptos.
En forma de charlas…
Debates…
Juegos grupales…
Actividades específicas, etc.
De manera que se genere el contexto adecuado para que los niños comprendan y comuniquen sus propios sentimientos y emociones.
Para los padres, es importante ayudar al niño/a a tener un conocimiento pleno sobre sí mismo.
A conocer tanto sus virtudes como sus debilidades para que adquiera confianza en sí mismo y tenga una mayor capacidad autocrítica.
Tanto en la escuela como en casa, la meta del adulto/a tendría que ser ayudar al niño/a a reconocer su emoción.
A ponerle nombre.
A entenderla.
Y, a empatizar.
Se pueden realizar muchos ejercicios con ello/as para introducirlos en el conocimiento de las emociones básicas: alegría, tristeza, miedo y rabia.
Utiliza fotografías o dibujos de rostros, y pregúntales qué creen que sucede en la imagen…
¿Qué emociones identifican?
¿Por qué?
Este tipo de ejercicios, y muchos otros disponibles actualmente en todo tipo de formatos, te ayudarán a fomentar la inteligencia emocional en tus hijo/as y/o alumno/as.
Con esta poderosa herramienta emocional, el niño/a podrá:
No olvides que, muchos psicólogos, pedagogos, maestros y profesores consideran que gran parte de los problemas que presentan los adolescentes están vinculados a la gestión de los sentimientos y la emociones, es decir, de la educación emocional.
De hecho, se ha demostrado que, trabajando la Inteligencia Emocional en las escuelas, aumenta el bienestar de los alumnos y se reducen los conflictos escolares.
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